A finales del siglo XIX, el arqueólogo británico James Edward Quibell sacó a la luz en Hieracómplis una maza de piedra en la que se había esculpido un rey hasta entonces desconocido, con el pictograma de un escorpión frente a su rostro. Por eso lo conocemos como el Rey Escorpión, aunque ignoramos si ése fue su verdadero nombre. Hoy los investigadores piensan que, más allá de su posible dimensión mítica, la actuación de este soberano pudo haber sentado los cimientos de Egipto.