Ante los ataques con misiles rusos, los ucranianos no tienen más remedio que refugiarse en espacios subterráneos. Tras más de un año de guerra, sótanos, búnkeres y bocas de metro se han convertido en mucho más que simples refugios: en ellos, se trabaja, se estudia, se hace deporte o se baila. E incluso hay niños que nacen allí...